"El aire oreaba tu cabello, y fue sólopasar, apenas un minuto y ya dejarte"
Luís Antonio de Villena
Siempre he deseado saber que late
tras la única luz encendida
en una solitaria ventana
de un oscuro edificio
a altas horas de la madrugada.
Te abres paso entre la gente que inunda el bar.
Esta es la tercera vez que haces que levante los brazos,
sosteniendo en lo alto de uno la copa
y en la mano del otro el cigarro a medio fumar,
para permitirte pasar,
y cuando lo haces, me acerco tan cerca,
sin llegar a tocar tus cabellos,
que me enredo con el perfume
que abastece la sensación deseada
de tener tu calor contra mi pecho.
Como un gitano, catálogo los abalorios
que adornan tus dedos
para descifrar en que estado de gracia
- hasta los ladrones de virtud
tenemos atrofiadas normas-
viajaremos abrazados en el interior de un taxi
hasta la otra punta de la ciudad,
a visitar un cuarto en el que nunca antes había estado
pero que siempre imagine así,
y el en que una luz quedará encendida,
lamiendo el caramelo de la noche hasta consumirla,
como aviso a los pocos navegantes nocturnos
que se detienen a contemplar las únicas luces
encendidas en los edificios,
imaginando toda clase de intimidades
que alumbran su nostalgia.
Luís Antonio de Villena
Siempre he deseado saber que late
tras la única luz encendida
en una solitaria ventana
de un oscuro edificio
a altas horas de la madrugada.
Te abres paso entre la gente que inunda el bar.
Esta es la tercera vez que haces que levante los brazos,
sosteniendo en lo alto de uno la copa
y en la mano del otro el cigarro a medio fumar,
para permitirte pasar,
y cuando lo haces, me acerco tan cerca,
sin llegar a tocar tus cabellos,
que me enredo con el perfume
que abastece la sensación deseada
de tener tu calor contra mi pecho.
Como un gitano, catálogo los abalorios
que adornan tus dedos
para descifrar en que estado de gracia
- hasta los ladrones de virtud
tenemos atrofiadas normas-
viajaremos abrazados en el interior de un taxi
hasta la otra punta de la ciudad,
a visitar un cuarto en el que nunca antes había estado
pero que siempre imagine así,
y el en que una luz quedará encendida,
lamiendo el caramelo de la noche hasta consumirla,
como aviso a los pocos navegantes nocturnos
que se detienen a contemplar las únicas luces
encendidas en los edificios,
imaginando toda clase de intimidades
que alumbran su nostalgia.
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