sábado, 30 de agosto de 2008
EN DIAS QUE LLUEVE
A veces, por ejemplo en días que llueve,
me gusta quedarme en casa
mirando por la ventana
embriagado por esa sensación de frío
que da ver la calle mojada
a través del cristal empañado,
ajeno al optimismo y al pesimismo.
Me encantaría poder vivir así,
viendo pasar la vida como una panorámica
por el ojo de buey de mi submarino,
contemplando la caleidoscópica visión
del fondo del mar como un souvenir
ajeno a las ilusiones y al desaliento.
O mejor en mi propia pecera y ser un pez
ajeno a tener que entender nada
y a no saberlo todo.
Hay días en que miro por la ventana
y veo posarse en los tendales,
junto a las blancas sabanas
y al suave olor de la ropa recién lavada,
a mi alma secándose al sol
ajena al pudor de mi cuerpo.
Hay días en que no tengo nada mejor que hacer
que asomarme a mi ventana
a echar de comer a los sueños
las migas de pan que quedaron sobre la mesa
y a ver pasar con envidia a las nubes
ajenas, tan ajenas!,
a como su sombra se mueve sobre los tejados.
Hay días en que sería mejor no salir de casa,
quedarse sin hacer nada
ajeno al trajín y a la pereza,
mirando por esa ventana
al cielo o a la calle
con la sien apoyada en el cristal;
sin coger el teléfono y sin llamar a nadie,
ajeno al destino de la gente
que se subió a un lejano avión
insignificante en el océano azul del cielo,
que pasa en el interior de un coche,
que cruza con la bolsa de la compra
el semáforo en rojo,
o que golpea la puerta preguntando por alguien,
encogiéndome de hombros
si es por mí,
ajeno a dar explicaciones
2669
colaborador habitual del correo, en su columna he aprendido verdades como la de elaborar correctamente un gin-tonic, aderezando la explicacion con un humor literario fresco y bendito como el mana.
reproduzco una de estas colaboraciones con la que me he desayunado el periódico esta mañana, y que ha conseguido que esboze una sonrisa que me ha durado hasta después de comer....
2669
POR EL INEFABLE, EL INCLITO, EL DE LOS DEDOS VERTIJINOSOS.......
DON JUAN BAS
En 2669 rige los destinos del planeta Euskal Herria Imperio, con capital del mundo en Mondragón, una megalópolis de cien millones de habitantes con denominación de origen y donde se ubica el palacio del emperador Artaburu XXV - por esas fechas ya no se dice lo de por el culo te la hinco porque el ano es un conducto evolutivamente superado- y toda la corte.
Precisamente en Mondragón vive el señor Cordero Artificial, que tiene un reputado restaurante de ultranueva cocina vasca -especialidad, creaciones metagastronómicas con sombras y sonidos- en el exclusivo nivel 19.
Desde hace un nanosegundo luz, Cordero Artificial mantiene una relación de empatía de prótesis y exergonía por exósmosis con la señora Oveja Sintética, un bomboncito de cadmio de 180 años muy bien llevados en teletransportador, pues no aparenta más de 140 y no se ha hecho todavía más que cuatro tonterías de remodelación integral y solamente un cambio de piel.
Cordero Artificial está más loco que una cabra mutante por ella. Esa tarde quiere escaparse pronto del restaurante y pasar la velada entregado al erotismo intercambiando esporas de fantasía por vía clásica, es decir a través del ciberespacio en cuarta dimensión, con su amada Oveja Sintética.
En 2669 el cuerpo humano es biónico en un 80%, se han suprimido los órganos sexuales y de la reproducción se encargan en exclusiva los laboratorios y plantas de montaje de Fagor, la primera macroempresa del imperio.
Pero cuando Cordero Artificial se dispone a conectar los electrodos de la entrepierna a la consola del amor, recibe un correo mental en el disco blando cerebral. Es Oveja Sintética que le dice que pasa de él más que del zope -droga telepática muy peligrosa a la que estuvo enganchada-, cambia de novio y se va a intercambiar esporas con él, mejor dicho, con ello. Le deja por Buey Criogénico, un guaperas del nivel 69 que le ha prometido llevarla de viaje espacio temporal para conocer al semidiós Sabino, el fundador del imperio.
Aunque los dispositivos de bloqueo emocional de Cordero Artificial se activan automáticamente, no resultan suficientes para evitarle todo el dolor y la tristeza de su resaca de amor, que no ha cambiado y es igual desde que la primera pareja humana añadió a la cópula de sus órganos sexuales los sentimientos.
martes, 19 de agosto de 2008
tercera persona
Le arden las palmas de las manos
como si con ellas blandiese la anatomía incierta
de su estéril destino,
como si en ellas estuvieran clavados sus ojos
abriéndose paso entre líneas quemadas
de un futuro remoto.
En sus oídos resuena el eco irreal
de voces y palabras escapadas
para obligarle a revivir un pasado
del que le es imposible zafarse,
y que una y otra vez acude imprevisible
empuñando las letras impagadas
a las que hace frente únicamente
con unos remordimientos sin sinceridad
pues ya nada se puede alterar.
Sus pasos no le llevan a ninguna parte
y él lo sabe bien.
Cada nuevo encuentro es un atraco
perpetrado con la alevosía
de querer abandonar el botín
al doblar la esquina
en una papelera.
No huye deprisa al oír las sirenas;
lo hace con las pisadas lentas
sin dejar huella
como las de alguien que ya esta preso
dando vueltas en su celda.
Su corazón es el ultimo botón
de la camisa de fuerza a la que se abraza
como el que esconde las manos por el frío
o quizá, porque le ardieron como castigo
por haber consumido el accidente
de la vida de un sólo trago.
lunes, 18 de agosto de 2008
LA MUERTE
a la mesa.
Bebe un vaso
de agua. Saborea
cada trago.
Y piensa
en todo el tiempo
que has perdido.
El que estás perdiendo.
El tiempo
que te queda por perder”
Roger Wolf
Me inquieta en estos días grises,
pero de ineficiente húmedo calor
que nos sume en un sopor expectante,
que la conversación al tomar el café
como cada mañana
gire como es costumbre
a elección del camarero;
a este, últimamente,
al parecer se le abre invariable
la página del periódico
por las esquelas
- o es que se le ha quedado desde hace días
ahí el dedo-
y en vez de como era habitual
comentar las noticias de deportes
se dedica a repasar el censo
de los que ya no entraran nunca más
al Corte Inglés.
Así es como vamos a trabajar,
con desasosiego y sin concentración,
preocupados por tantos como dejan a diario
de fumar.
- no sé si habéis caído en la cuenta
de que últimamente se muere gente
que jamás antes lo había hecho -
Me da por pensar,
-cuando yo a esas horas,
bien lo saben todos,
miro como las vacas al tren -
que habitamos este mundo
como hormigas atareadas
en la entrada del hormiguero
ajenos a nuestra suerte
y al dedo de un niño
que nos fulmina selectivamente
como un macabro juego.
-¿Qué pensara la muerte
mientras nos observa,
indiferentes a ella,
ir de un lado a otro
sin intentar escapar?-
Confío que estos días de viento sur,
de bochornosa canícula que no deja dormir
a los más pequeños por la noche
y asesinan a los viejos en su lecho,
pasen rápido;
eso, o tendré que madrugar más
para ser el primero
en coger el periódico de la barra
y no dejar que el camarero
me joda el día con sus impresiones.
asesino eternamente adolescente
Lou Reed
Hago apuestas acerca de cuántas veces
mi mechero se encenderá antes de fallar.
Sobre cuántas veces sonará el teléfono
sin que tampoco esta vez me responda nadie.
Disparo sobre latas vacías
ensayando mí gesto
para cuando realmente me enfrente
en una calle desierta
o en un oscuro bar.
No me hago preguntas.
Intuyo que al final
habrá una repuesta.
Mato el tiempo columpiando las piernas
sentado sobre la rama de un árbol,
mirando pasar las nubes
con una hierba seca entre los labios.
Camino distraído por las vías del tren,
apartándome en el último momento
para dejarlo pasar y contemplar
alejarse el agudo eco de su silbato
sacudiendo mis cabellos.
Tengo la sensación de estar lleno
sin haber derramado aún ni una gota
del contenido de mis sueños.
No me hago preguntas
pues aún no conozco cuánto ignoro
ni debo improvisar deprisa
todas las respuestas.
Soy un asesino
eternamente adolescente.
buscando un camino de regreso a casa
"Yo también pienso en mí cuando te sueño y robo al tiempo todas mis edades para poblar mis íntimas moradas..."
Manuel Altolaguirre
Buscando un camino de regreso a casa (Ulises)
Tantas veces he sentido
el deseo de haber podido nacer
siendo invisible,
transparente
como contemplar a través del cristal de una ventana;
inmaterial como la mágica presencia
de la niebla.
Así hubiera evitado
ser evidente para que se me juzgara
señalándome con una culpa
que, por mi naturaleza
hubiera sido imposible prenderme,
y ninguna razón
habría acabado
hurgando en mi costado
como en el de una aceituna.
En cambio
he pasado la mayor parte del tiempo,
de mi atormentada vida,
preocupado
por esa otra dimensión del hombre común
que me hace sentirme tantas veces de paja
dedicado de sol a sol a alejar los pájaros
que me distraen de mis verdaderas obligaciones
rondando mi mente
que a la vez me traiciona
con el tumor recurrente del recuerdo.
Y, al llegar las noches,
abrazado a mi propia mentira,
como un ser hueco de oxidada hojalata
reclamando un corazón
por el que el dolor
resbale sin empaparlo
como la lluvia
desciende por el cristal.
Al presentarse la mañana,
como un viejo león de circo
vacunado contra el valor,
acobardado frente a un espejo
temiendo enfrentarse a si mismo,
y, en todo momento, como un niño
eternamente buscando un camino
que lo lleve a través del pasado
de regreso a su casa.
reapareces en mis sueños
Únicamente tus ojos clavados en los míos
eran capaces de transmitir tanta complicidad
por explorar sólo en un sueño.
Así, has regresado para formar parte de él,
y mucho, mucho tiempo después,
sin que adivine a explicarme por qué,
los has vuelto a protagonizar.
En esos sueños, procuro ponerme al paso
de tu cálida mirada para medir tus pestañas
que, al cerrar los párpados tan lentamente
como cae el día en un desconocido planeta con dos soles,
arañan mi piel como uñas
dejando al descubierto la fiebre de un abrasador deseo
y la excitación de una cascada de agujas
que recorren desde dentro mi pecho
como agua inquieta buscando por donde salir
e ir a atrapar el olor de tus cabellos con la yema de mis dedos.
Cuando tus ojos de filo de diamante
me descubren te lanzo una sonrisa
a la que desde la distancia, ladeando
levemente la cabeza, respondes
con otra, pero la tuya segura de una victoria;
y, acercándote sin que lo previera,
besas por sorpresa mis labios,
dejando sin palabras
al que siempre tiene respuesta para todo
menos a la pregunta de cuantos besos he recibido
lo fueron con tanto amor como este.
De pronto, surge heladora la certeza,
doblando la esquina como alguien
al que no quisiera encontrar,
acercándose y agrandándose
hasta ser imposible evitar
preguntarme por qué en tu boca hacia calor
si he recordado con súbita amargura
que debería ser tan fría como la piedra
sobre la que el mal gusto de existir
escribió completo tu nombre
y que, en cada aniversario del pasado verano,
adornan con futuras marchitas flores de tela.
Abro inmediatamente los ojos en la penumbra
intentando sobreponerme
a las preguntas bisturí que, poco a poco,
tiran de mí para que me incorpore
como si en vez despertar de un sueño
hubiera caído en otra pesadilla
y, tanteando tinieblas, no supiera de cual salir.
Reinterpreto que has venido a avisarme,
a advertirme, por lo que desde entonces duermo
como un devoto ateo de la vida
camina sonámbulo por la inmortalidad;
tendido vestido sobre la cama sin abrir,
sospechando de cual de mis órganos
será el que al final me traicione.
Para siempre permanecerá en mi conciencia la incertidumbre
de las preguntas que tantas noches desde entonces
han aplazado que pudiera cerrar los ojos tranquilo.
-ya sabes, soy ateo sin convicción-.
La duda real es querer saber si la muerte
se vistió con la imagen que de ti evoco,
si se trata de uno de sus presagios
¿por qué precisamente te eligió a ti
de entre todos los recuerdos con rostro en mi memoria?;
o, ¿ fuiste tu la que se ofreció como voluntaria?;
¿y por qué, después de tanto tiempo,
quisiste regresar sólo para prevenirme
de que nos vamos a reencontrar?
Es cruel reabrir el recuerdo de sueños que tuve
para conseguir que pierda la costumbre de vivir
y me entregue en calma, convenciéndome de antemano,
de alcanzar allí lo que no conseguí en vida.
Aunque puede, finalmente,
que sea que mi necia razón, de vuelta de todo,
la que se empeñe en desconfiar una vez más
y mal interprete lo que mi decepcionado corazón quiere oír,
como es que en esa otra dimensión
confirmará la esperanza que aquí sólo pude albergar en sueños.
viernes, 15 de agosto de 2008
NECESITO VER LAS MANOS DE DIOS
Necesito ver las manos de Dios,
no por haber sufrido un repentino ataque
de arrepentimiento travestido de ascetismo
justo la noche de insomnio en que, definitivamente,
había decidido dejar de fumar
mientras enciendo un cigarro tras otro
con la colilla aun humeante del último.
Tampoco, porque pretenda- me libre él de ello-
saber que se trae ahora entre manos,
ni porque presienta que pudiera ser
nuevamente algo contra mí;
sobre todo, cuando media humanidad
se conformaría, tan solo una vez,
con contemplar su vaporoso rostro,
confirmándose curiosamente que es tal
como siempre lo habían imaginado,
con espesa venerable larga barba blanca;
y cuando a la otra mitad, llegado el momento
les bastaría con escuchar su voz de capitán de barco
surgiendo honda como un vigoroso haz de luz
de un sol de medianoche que les envolviera
como a girasoles ciegos que acabasen de recuperar la vista.
No, yo quiero ver sus manos; las de verdugo
preocupado por regresar pronto cada noche a su casa
y poder ocuparse al fin de su jardín;
las de estrangulador aplicado en repasar con hilo dental
las fauces de unas fieras que guarda atadas;
las de trilero, suplantador del prestidigitador
que se alía con la fe piadosa de los espectadores
para que no se le haya visto el truco
en el justo momento en el que accidentalmente
se han encendido de golpe todas las luces.
Quiero irrespetuosamente, henchido de soberbia subversión,
que nos las muestre para leer en su palma
y conocer de primera mano, si él
como a imagen y semejanza nuestra
también tiene líneas sobre las que pasar el dedo
con su destino inalterablemente detallado, definiendo
- ya que nos ha dejado siempre bien claro
ser un tipo que es partidario de acabar con todo algún día-
cómo va a terminar con esto;
o si por el contrario, como vengo sospechando,
esconde ya en la manga el privilegio
del as de la continua improvisación.