martes, 9 de marzo de 2010

...como joyas insimismadas en la oscuridad...




Es de noche y contemplo las luces de la ciudad


como joyas ensimismadas brillando en la oscuridad.

Te presiento a mi lado sin ganas de decir nada,

como si estuvieras al fondo de una habitación

envuelta por tinieblas y se presagiara una derrota.

Enciendes un cigarro y te muerdes una uña.

Hay en tu silencio un pellizco que me obliga a pensar

que te has quedado hambrienta de algo.

Después de que haya pasado ese instante de ardor

que me hizo conducir mi coche fuera de las calles

mientras tú no dejabas quieta mi bragueta

ni de decirme cosas que me hacían cosquilla al oído,

nos hemos quedado mudos contemplando lejanas

como estrellas apretadas en el firmamento

las luces de la ciudad,

como joyas codiciosas brillando en la oscuridad.

jueves, 4 de marzo de 2010

OH HIJO MIO!




OH hijo! Hijo mío!


he contemplado al sol encerrado tras sombríos barrotes,

al azul cielo desparecer tras la línea del horizonte

del que manaban como vapor negros nubarrones,

he aprendido que se puede caminar con paso seguro

sobre la desesperación y las ascuas calientes del desastre,

que incluso la decisión de salvarse,

aunque se vea clara la salida y este al alcance de la mano,

es muchas veces tan difícil aceptarla como echar súbitamente a volar

o quedarse con los brazos cruzados.

Y te pregunto, a ti, OH hijo mío!¿como prefieres recordarme?



Te contaran de mí que traspase todas las reglas,

unas con el estruendo con que una piedra hace trizas un cristal,

otras, con la silenciosa alevosía del que reconoce sus pecados

y aun asi esconde sus pasos hasta alcanzar su pasión,

haciéndolos pasar justo por encima de toda norma

y el mejor de los consejos.

En mis pesadillas habitas en un mundo de niebla

en el que ni los dioses osan a poner su mirada

y he de tener fe porque hay una intención oculta en todas las cosas.

Por lo que te vuelvo a preguntar hijo, OH hijo mío!

¿como prefieres recordarme?



No te pido que me reconozcas, eso ya lo hice yo por ti,

ni que hagas frente a ninguna deuda contraída por mí

incluso antes de que nacieras, OH hijo!

a veces te veo como la única flor en este inhóspito desierto.

Si, yo también he sido de los que ha visto apagarse muchas veces las farolas,

amparado tras las barricadas de la inconsciencia

creyéndome a salvo del sonido de disparos

que en ocasiones parecen el canto de los pájaros del amanecer.

Pero hijo, OH hijo mío! ¿como prefieres recordarme?

¿Como al único nadador cruzando una solitaria piscina olímpica

o como alguien que a veces actuó como las ambulancias vacías

dando las sirenas y encendiendo todas sus luces para saltarse los semáforos?