como joyas ensimismadas brillando en la oscuridad.
Te presiento a mi lado sin ganas de decir nada,
como si estuvieras al fondo de una habitación
envuelta por tinieblas y se presagiara una derrota.
Enciendes un cigarro y te muerdes una uña.
Hay en tu silencio un pellizco que me obliga a pensar
que te has quedado hambrienta de algo.
Después de que haya pasado ese instante de ardor
que me hizo conducir mi coche fuera de las calles
mientras tú no dejabas quieta mi bragueta
ni de decirme cosas que me hacían cosquilla al oído,
nos hemos quedado mudos contemplando lejanas
como estrellas apretadas en el firmamento
las luces de la ciudad,
como joyas codiciosas brillando en la oscuridad.
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