"...De noche, te alisabas los cabellos,yo me dormía, meditando en ellos..."
Blas de Otero
Despierto y te descubro junto a mí.
Cierro de inmediato los ojos,
sin dar tiempo a reconocer
a quién pertenece ese bulto,
caliente regalo que el cielo
ha metido esta noche desconcertante
en mi cama.
Te prohíbo que hables
poniendo un dedo
a ciegas sobre tus labios
-que tú tomarás
por una de mis románticas extrañas poses
que tanto te debieron agradar-
para que no desveles aún tu identidad,
para que dure el máximo tiempo posible
la dulce sensación de que seas
quien en más de una ocasión deseé.
Así podré imaginar aunque sea sólo por un instante,
relamiéndome canalla
con este magnifico espejismo inducido
-elaborada fantasía malvada-,
que el cuerpo que acaricio desnudo,
que la piel y los pechos,
que el extraño tacto del vello de tu pubis,
que el húmedo bálsamo
en el agua benditera de tu sexo,
pertenecen, durante el mayor rato
que pueda robar a la realidad,
a quien imaginé solo en sueños
sin rostro,
embriagándome como una tempestad intangible
entre las sábanas
sin alcanzarla nunca en propiedad,
sin su nombre en mi boca;
de quien dándome la espalda
va por delante de mí por la calle
ignorante de que la fecundo
con la mirada,
admirando extasiado
sus formas al caminar;
de quien al descolgar el teléfono
comienza a hablarme y tengo que cerrar los ojos
para que me penetre aún mejor su voz
como una cascada
de besos en el interior de mis entrañas…
Blas de Otero
Despierto y te descubro junto a mí.
Cierro de inmediato los ojos,
sin dar tiempo a reconocer
a quién pertenece ese bulto,
caliente regalo que el cielo
ha metido esta noche desconcertante
en mi cama.
Te prohíbo que hables
poniendo un dedo
a ciegas sobre tus labios
-que tú tomarás
por una de mis románticas extrañas poses
que tanto te debieron agradar-
para que no desveles aún tu identidad,
para que dure el máximo tiempo posible
la dulce sensación de que seas
quien en más de una ocasión deseé.
Así podré imaginar aunque sea sólo por un instante,
relamiéndome canalla
con este magnifico espejismo inducido
-elaborada fantasía malvada-,
que el cuerpo que acaricio desnudo,
que la piel y los pechos,
que el extraño tacto del vello de tu pubis,
que el húmedo bálsamo
en el agua benditera de tu sexo,
pertenecen, durante el mayor rato
que pueda robar a la realidad,
a quien imaginé solo en sueños
sin rostro,
embriagándome como una tempestad intangible
entre las sábanas
sin alcanzarla nunca en propiedad,
sin su nombre en mi boca;
de quien dándome la espalda
va por delante de mí por la calle
ignorante de que la fecundo
con la mirada,
admirando extasiado
sus formas al caminar;
de quien al descolgar el teléfono
comienza a hablarme y tengo que cerrar los ojos
para que me penetre aún mejor su voz
como una cascada
de besos en el interior de mis entrañas…
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