Convivo con el caos.
Ya ves, podía haber elegido otra compañía
pero por lo que parece
aún no he podido evitar
que todo el desorden de mi vida
sea el que imponga ahora las normas
de cómo he de sobrevivir
entre los muebles
que ha ido almacenando
tras tanta mudanza.
Ayer me crucé en la calle con Peter Pan;
me costó reconocerlo
con corbata de seda
y esas maneras de andar con prisa
ajeno al resto de la humanidad,
con mirada de frío triunfador,
como si no deseara contaminarse de mediocridad
ni que nadie le venga ahora a rememorar
su pasado subversivo.
Aun así, sigo creyendo en las hadas
y en que una un día me vengan a rescatar;
hasta el momento, de mis exiguos encuentros con ellas,
sólo he podido conservar
dos demandas de divorcio
y un montón de fotos de gente desconocida
con caras de ser felices.
Mis amigos me recuerdan por quien fui,
ya nadie me habla de lo que soy
y tampoco hago planes de huida que se tuerzan
antes de llegar a la esquina.
Aun así tengo lo más importante, o eso me dicen:
un hijo, un maravilloso hijo
que hoy me quiere y mañana me echara en cara
la herencia del caos.
Pero el caos no es algo impensable,
más bien algo que invade lo cotidiano
convirtiendo en rutina la incertidumbre.
Puede surgir al descolgar el teléfono,
al recibir una carta certificada,
cuando los señores del banco quieren hablar conmigo
o al bajarte de mi coche sin despedirte.
El caos suplanta a la soledad,
confunde a cada paso el camino de casa
y dónde coño deje aparcado
el cómo salvarme.
Me obliga ha hacer censo
de la gente que hay en los bares
con las que comparto copas a deshoras,
habilidades con la tarjeta de crédito
y una admiración, casi obsesiva, por la rubia platino
que va con el gigantón de bíceps de gimnasio.
Y es que el sexo ya es algo que solo se entiende
como lascivo y promiscuo,
o pueda que siempre fuera así
a pesar de que lo llamáramos
con un nombre por el que nunca nos respondió.
El caos se adueña de las famélicas farolas,
de las enfermas sábanas; moribundo
me hace llegar tarde y sin excusas
a las dichosas obligaciones que tenía por la mañana
teniendo que dejarlas para mejor ocasión
y provocando la aparición de un arrepentimiento
que dura poco, ya que es mayor la sensación
evidente de que siempre llueve sobre mojado.
TRISTÁN E ISOLDA.- RICHARD WAGNER
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Tristán e Isolda Richard Wagner Teatro Euskalduna.- Bilbao Eric Nielsen
dirige la Orquesta Sinfónica de Bilbao Director de escena, Allex Aguilera
Intérpret...
Hace 1 día
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