sábado, 28 de junio de 2008

VANESA


Hay algo inquietante

en cada cosa que haces.

Eres capaz de cambiar el ritmo de mi corazón

con solo una de tus silenciosas miradas,

haciéndome creer también

que en mis oídos resuena el irreal,

pero siniestro, sonajero de advertencia

de una serpiente

que me inocula con sus afilados ojos

de mudo reproche

el veneno de la inseguridad.



Y un día, casi perfecto,

sin nubes y un sol radiante

atravesando con sus afectuosos rayos

como una caleidoscópica visión

las hojas de los árboles del parque,

en el que todo transcurría plácido,

con monótona modorra;

de pronto, como si un grupo de palomas

alzaran súbitamente el vuelo,

se quiebra con forma de hiriente premonición

de que sin que nadie lo rozara

se ha precipitado el bello hechizo;



como una molesta brisa que se levantara de golpe

devolviendo el frío desasosiego de humedad

a la antes cálida hierba

sobre la que estábamos tumbados

y la ausencia de nubes y un sol radiante

me avisan con exactitud de la sensación

que de mi se apodera

de que nada será

como fue hace un instante.

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