miércoles, 25 de junio de 2008

EL ASESINO SE CONTEMPLA

Me examino en mi reflejo azul

retratado en las ventanas de los trenes que pasan

como un rostro que arrastra como equipaje un cuerpo

y ojos tan duros que hieren

como los de un sicario adolescente.

Tan absurdo como un solitario kamikaze novato

sentado en el banco de una estación

dudando de que dirección tomar.

Buscando en el semblante de la multitud,

que viene y va

sin quedarse,

el alivio de reconocer una cara

que no he visto más que en confusos sueños.

Cierro los puños en el fondo de los bolsillos

impaciente por amartillar el arma en que me he convertido.

Indeciso acaricio con la yema del dedo

el filo de la hoja en que tomé mis últimas notas.

Mis labios apretados hacen de verdugo

a imposibles palabras

incapaz de localizar ese dolor ni qué lo produce.

Asomo con vértigo la punta de los zapatos

detenido al borde del andén

para contemplar a mi alma suicida saltar al otro lado,

confiando en que al fin alguien por mí la encuentre

tendida con los ojos cerrados

para despertar a media noche,

después de escuchar su voz en mi cabeza,

y ver que se aleja agitando la misma mano

con la que me robo las líneas del futuro

dejando solo las del vertedero de mi pasado

en mi palma encallecida por tanta reprimenda.


Sólo cuando muera puede que os perdone.

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