viernes, 27 de junio de 2008

CADA DIA APRENDO ALGO DE TI

Cada día

me enseñas algo nuevo de ti;

ayer, aprendí

que aparte de las fresas

también te gustan las cerezas,

aunque realmente pienso

que con lo que más disfrutas

es poniéndote perdido,

aleccionado como estoy

a hacer dos partes

con el contenido de mi plato

destinándote lo mejor

que tú a veces desprecias

como botín

de mi preocupación.




Cada día sé

más cosas acerca de ti,

sobre tu gustos

y lo que te desagrada;

que los cohetes y petardos

al explotar en las fiestas,

el excesivo ruido y el bullicio

te hacen fruncir el ceño,

produciendo un efecto

similar al de la superficie plana del agua

rompiéndose para distorsionar tu mirada

cristalina

siempre serena,

incapaz de acertar a entender

¿Cómo se puede alguien divertir

molestándote a ti?




Sé que cuando no se te oye

no tramas nada,

concentrado en la fantasía

de algún juego

sobre el suelo de la cocina

o de tu habitación,

hojeando las páginas con ilustraciones

de uno de mis libros

o embobado ante la televisión,

recordándome,

con tu labio caído,

a alguien.





Cada día

aprendo una cosa más de ti,

del muchacho tranquilo

con risa de cascada;

me has instruido

sobre como hacer para que hagas las cosas,

a elegir el momento bueno para decírtelas,

que es lo que se te da bien

y que procuras, ya desde hoy,

esquivar;

lo salado o lo dulce,

carne o pescado se han de alternar

en la vida

como las verduras de la felicidad,

como cuando aprendas las letras,

las sumas y restas

que te la intentaran saquear.




En mi particular debe y haber,

en el que me divierto

con tus sencillas explicaciones

sobre el más complicado de los temas,

ya que yo tampoco considero

que exagerar sea lo mis mismo que mentir,

mi amado inquilino comunista,

consumado dictador subversivo,

siempre habrá un recibo

por el que te deba algo;

para empezar me has descubierto

– impagable-

que tengo paciencia;

lo que me lleva a caer en la reflexión

con tristeza

si no admitida si aceptada,

de que nunca llegare a ver

que aventuras viviras por ti solo;

los dos careceremos,

en un momento dado, de tiempo,

para mi ya cada día más escaso

de conocer al hombre;

para ti, ya lo veras,

de poder demostrarme cuanto me querías.



Y así, separados también

en el espacio

pasearemos descalzos,

indefinidamente

ajenos el uno del otro,

sin poder vernos ni escucharnos,

por los jardines sin muros de piedra,

en el que nuestras pisadas

serán ya inexistentes antes de dar un paso

del enorme cementerio para Ángeles

en el que moraran nuestros comunes recuerdos.

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