viernes, 27 de junio de 2008

EL SANADOR DE SERPIENTES








Había jurado que no volvería nunca más
a pasar por los mismos lugares
que compartimos;
había buscado
y agotado todas las excusas,
dando tiempo a que se durmiera,
a que cuando lo hiciera
me hubiera olvidado.
Y hoy, que no tengo mas remedio,
desde que lo supe la vuelvo a notar
observándome,
al acecho, a mi lado todo el rato;
siento como viene
haciéndome de nuevo un nudo en el pecho
con sus anaranjados húmedos anillos.

Temo tropezar con ella
al doblar cualquier esquina
transformada en espectro
de lo que ame;
voy mirando hacia todas partes,
tratando de esquivarla
vuelvo la cabeza
al oír cualquier voz familiar,
doy cada paso con cuidado
de no hacerlo en su cola
y que de una repentina dentellada
me inocule el veneno de la nostalgia.

Siento como el gigantesco reptil
se arrastra y se alarga persiguiéndome,
y ando deprisa e incomodo por las calles
donde hasta hace poco me detenía sin miedo
a conversar, a besarla, a fumar un cigarro,
a hacer tiempo.
Temo más que nada
toparme con ella de frente,
que sus ojos encuentren los míos,
que adivine porque agacho mi mirada,
y es que al final
el sanador de serpientes
murió de melancolía.

No hay comentarios: