
hubiera podido elegir mis derrotas
como esas apuestas que solemos hacer
y que no nos importa perder,
y menos habernos equivocado.
Así podría presentarme ante ti, ahora,
con la sensación cambiada,
de que ha sido una gran suerte
haber llegado hasta aquí solo para conocerte;
aunque lo haga con las manos
metidas hasta el fondo de los bolsillos
procurando que de ellos no asome
todo el vació en el que habito.
(y no adivines que vengo a pedir
en vez de a ofrecer)
Con mirada resucitada,
con el Almá limpia,
con la memoria borrada
te pido que me acompañes esta noche
a pasear por los bulevares vacíos,
para que tu sonrisa ilumine más la calle
que la luz de las farolas mi animo;
brillante reflejada en nuestros ojos
como luceros en el rostro de dos náufragos
que han recuperado la ilusión.
Ojala hubiera podido elegir mis derrotas
para llegar a este momento más entero
y asumir otra desolación
como la de que rechaces mi invitación
para pasar el resto de la noche
encontrando mitades a cada cosa.
No sé que me llevo a dar por sentado,
como si te conociera de toda la vida,
que lo único que te puedo dar a probar
no sea algo que ya has saboreado;
que ya has paseado por las calles desoladas
con ese sabor de reecuentro de la misma situación
pero con otro desconcido
mientras los dos hablabais
y os reías de oír esas mentiras
que el fondo son exageraciones
de dos egos poco acostumbrados a lucirse;
que tú también sufriste derrotas,
que se olvidaron un día de llamarte,
de responder a tus llamadas,
que susurrándote al oído
encendieron la mecha de estar viviendo un sueño
para luego recoger sus cosas
y dejar los cajones y la casa solo medio vacíos;
como tu vida, empeñada en recordar
y en rellenar ese espacio impredecible,
que un día esta mejor y otros peor,
como el aire entumecido de esos atardeceres
en la retaguardia gris de una extraña guerra;
aguardando junto a la colección de palabras
que hubieras dicho,
que te hubiera gustado haber sabido pronunciar,
que te hubiera gustado saber
Ojala, tú también,
hubieras podido elegir tus derrotas