miércoles, 2 de julio de 2008

ESCRITO CON LETRAS DE ORO




Alargo mi mano abierta como el infeliz
que ignora que le puede caer una maldición
para que ella, con su dedo índice,
acaricie los profundos valles de mi pasado,
las lomas de mi porvenir,
los surcos superficiales de mi presente.
En mi palma lee las líneas del tiempo
y yo ávido de conocer
me estremezco cada que vez que se detiene,
no vaya a ser cierto que pueda adivinar aquello
con lo que convivo tratando de olvidar;
y es que la mala senda que hasta ahora he pisado
hizo que esa misma mano
se extendiera para coger la fruta madura
del árbol prohibido
y cuando tuve que decidir
entre el bien o el mal
lanzara una moneda a cara o cruz
y que no la retirara ni cuando recibí mi castigo
para soplarme la punta de los dedos doloridos
porque orgulloso me creí capaz
de sostener con ella el mundo.

Y es que si existiera alguna señal
explicación a tanto ir de un lado a otro,
dando casi siempre tumbos,
debería llevarla mejor escrita en la frente
marcada a fuego fatuo
que como una luna de agosto
ilumine a partir de ahora mi futuro
lejos de mujeres de negros cabellos
con lo ojos cerrados bajo mi beso,
de hijos que nacieron en un hospicio
sin llevar ningún pan bajo el brazo,
de fortunas como racimos de uva
nadando en el océano,
de pléyades con mi nombre
escrito en letras de oro.

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