Al principio pensé que eran de papel.
Ahora que no recuerdo tu mirada
ni me pesa tu cuerpo,
conservo la extraña sensación de que tus labios
eran los de una leprosa.
Sin darnos cuenta, empeñados por compartir rutinas,
nos habíamos convertido en dos amantes tiñosos
frotando nuestra piel contra la del otro
con la misma desesperación en carne viva
del que busca sin encontrar,
y sin embargo, alimenta la esperanza
de ver algún día convertido al otro
en lo que nunca fue ni será...
Lo malo fueron las noches que derroche
hasta que descubrí que mi alma era mi pasaporte,
mi salvoconducto saber que quería ser feliz.
Tus suspiros sobre mis mejillas empaparon
de un frío aliento que enredaba en mis sienes
la intranquilidad de oír dentro de mí un gemido
que quería huir de estar preso bajo tu cuerpo,
como si sospechara que la enorme distancia
de quedarse a tu lado era alejarse del calor del sol,
de seguir un camino, de hallar
en algún momento la paz.
1 comentario:
La libreación también sigue su proceso... es como los poemas, se construyen poco a poco.
PS. Te llegaron ya los libros?
Marian
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