Todo ha pasado con la rapidez de un “ti ta”y ¡zas!,
de pronto tengo ya cuarenta y tantos
y, lo que ha estas alturas resulta más peligroso
según me dicen, sin haber madurado.
Eso sí, cada día me reconozco menos
en lo que hago.
Al final resultara
que de tanto buscar una explicación
o un sentido definitivo a la vida,
esta va a resultar ser una anécdota.
Y lo que es más triste,
no contada por nosotros
sino recordada por dos que toman algo en un bar
junto al sepulturero que también refresca el gaznate
después de habernos colocado la losa.
Y es que tú intentas disimular los años
con maquillaje,
haciéndote algo en el pelo,
o poniéndote esa ropa
que si tuviera una hija no la dejaría salir con ella a la calle.
Yo, me camuflo de desenfadado,
que es como ocultar la decepción
bajo la alfombra de la complacencia con amnesia
que nos permite convivir inesperadamente con lo cotidiano.
La cuestión esta en no enloquecer;
en no pretender, además, poner un precio inasequible
a la distancia que nos separa
de lo que una vez quisimos ser;
no permitiendo, ni por un instante,
que el universo con todo su peso
repentinamente al caernos encima
nos aplaste.
Pero inevitablemente siempre hay un delator
que nos reconoce,
nos para en la calle
y con la alevosía
de que un día coincidimos
saca en la conversación aquella anécdota
que ya había olvidado,
-igual que su cara nada más darme la vuelta-,
y que luego no me permite continuar a lo que estaba,
sino inquieto y molesto
por la sensación que mi vida acabara
siendo como un chascarrillo inoportuno,
fragmento en una conversación sesgada,
envilecida por la torpeza
con que sale de boca de otros.
1 comentario:
Oscar, me ha divertido leer tu poema porque es la versión antigua de mi crísis vital.
Sí, si, de la que tenía cuando tenía cuarenta y pocos.
Yo sigo con las mías a pesar de mis cincuenta y pocos.
Siento decirte que has entrado en barrena jajajja y que te vayas preparando para vivir así para siempre.
Animo y salud. Y alegría, mucha alegría.
Un beso :)
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