fhoto by robert barretA mi ciudad le huele el aliento
y ese hedor flotando tiñe su de por si extraña luz
obligándonos a vivir como si viéramos
atraves del cristal de una botella de absenta.
En esta ciudad oír el canto de un pájaro
resulta esperanzadoramente ridículo,
pero mayor absurdo es que críen en ella
su estirpe heredera de negras alas.
En la ciudad que vivo el sol no es real
y calienta sus sombrías entrañas
aspirando el humo de un tubo de escape.
Todo el mundo que habita en ella, como forasteros
de toda la vida de aquí, cree tener derecho
a que les corresponda un billete premiado de lotería
al doblar cada esquina.
Por ejemplo, los suicidas
siempre fracasan al primer intento
y prueban a empezar a vivir una nueva vida.
La lluvia sirve de inspiración a los paraguas
y alimenta los charcos para recordar a los transeúntes
que tatúan el suelo de la acera con sus pisadas
el espectro de un destino que camina
sobre los retazos de los reflejos a blanco y negro
de las nubes y los claros del cielo bajo sus pies.
En mi ciudad no existen los milagros
y sin embargo todos los días
leo en el periódico que ha ocurrido alguno.
Un Dios infraordinario
como el logotipo de una gran empresa
busca solar vacío con el que especular
con su inédito retorno.
Oigo a los que la critican decir que no tiene alma
pero lo que yo siempre le he echado en falta
como en una carta el remite,
como en una puta
de la que siempre me estoy despidiendo,
es que no tenga corazón.
Esta ciudad que presiente el océano
como sueñan las estrellas de mar
con viajar a otra Vía Láctea,
te da una paliza que rompe todos tus huesos
y sádica espera paciente, como un lagarto
contempla un escaparate con los maniquís desnudos,
a que se te suelden para con furia volvértelos a partir.
Vivo en ella sin que nadie me necesite
y todos los días parece precisar de mí
como yo de las farolas encendidas
y las nocturnas calles desiertas.
Las estrellas que transitan su cielo
parpadean puestas en contacto con la torre de control.
Esta ciudad bisexual travestida nunca cede el paso
y no se esfuerza por disimular
que puede perder los nervios con la facilidad
de un desertor de peatón al volante.
No tiene ojos para mirarla a la cara
pero la reconozco en cada rostro sin nombre como ella
que me cruzo con mirada apesadumbrada
de Ángeles recién desterrados
saliendo de los huecos edificios del centro
con aspecto de cartón piedra;
en el constante vomito de mansedumbre
de la boca del metro o de los andenes
de urgencias donde las ambulancias
entregan su carga con sobredosis de dolor;
en la atmosfera bucólica de entre guerras
de los parques con un banco bajo un árbol
y parejas paseando, con columpios y ruidosos niños
- por todos es sabido que lo niños no nacidos
corren vestidos de primera comunión por la cloacas-;
cuando entro en un baño donde alguien olvido
tirar de la cadena o me preguntan
por una dirección equivocada;
en la jeta que se me queda
al responder a una llamada de teléfono
con número oculto y una voz femenina
me confirma que la oferta promocional
concluyo sin que pasara a recogerla.
Para Txemi del Olmo
3 comentarios:
Un poema muy bueno, Óscar. Y es que Bilbao es una ciudad caleidoscópica en la que se puede encontrar de todo.
Un abrazo
Ana
Me encanta verte de nuevo en la brecha, Oscar! como va todo?
Un super abrazo
MArian
Para Txemi del Olmo, el hombre sin puntos, miles..., qué digo, millones de puntos y muchos más poemas. Este caballero se merece todo y más.
Óscar, es de bien nacido ser agradecido, y tú lo eres, jejeje.
Un besazo a los 2.
La del índice en la cara murmurando: "Alberdi, Alberdi...". ;-)
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