De nuevo me instalo en el hotel insomnio
para hacer noche
y contemplar como si se tratara de la última
a través de la ventana abierta la avenida desierta
aun más larga por la intemperie de su vacío;
en la que lo único que parece latir
son las luces de los semáforos
que me contagian de su paulatina resignación
al ofrecerse poco a poco en verde
para que nadie los atraviese,
y gradualmente indignados recuperar lentamente el rojo
que ni un camión de la basura desafía.
Dejo caer los rescoldos de mi cigarrillo
observándolo cruzar la perspectiva plana
como una bala imprecisa a cámara lenta,
hasta deshacerse en metálicas ascuas
estrelladas contra un muro
tan imposible de atravesar como la acera;
la misma en la que me contemplo como en un cuadro
y en cuya estéril superficie me da tiempo
a ver crecer un árbol con extraños frutos
colgados de sus ramas como manos abiertas.
Me imagino que alguien dobla la esquina,
creo escuchar sus pasos y distingo su sexo;
me extravío como un tren a la deriva
cuando ya no la siento.
Atrás, muy atrás, queda la cama,
donde entre penumbras duermen los fantasmas
que procuro esquivar yendo agotado a dormir
cuando ellos se levanten.
para hacer noche
y contemplar como si se tratara de la última
a través de la ventana abierta la avenida desierta
aun más larga por la intemperie de su vacío;
en la que lo único que parece latir
son las luces de los semáforos
que me contagian de su paulatina resignación
al ofrecerse poco a poco en verde
para que nadie los atraviese,
y gradualmente indignados recuperar lentamente el rojo
que ni un camión de la basura desafía.
Dejo caer los rescoldos de mi cigarrillo
observándolo cruzar la perspectiva plana
como una bala imprecisa a cámara lenta,
hasta deshacerse en metálicas ascuas
estrelladas contra un muro
tan imposible de atravesar como la acera;
la misma en la que me contemplo como en un cuadro
y en cuya estéril superficie me da tiempo
a ver crecer un árbol con extraños frutos
colgados de sus ramas como manos abiertas.
Me imagino que alguien dobla la esquina,
creo escuchar sus pasos y distingo su sexo;
me extravío como un tren a la deriva
cuando ya no la siento.
Atrás, muy atrás, queda la cama,
donde entre penumbras duermen los fantasmas
que procuro esquivar yendo agotado a dormir
cuando ellos se levanten.
8 comentarios:
Atrás, muy atrás, queda la cama,
donde entre penumbras duermen los fantasmas
que procuro esquivar yendo agotado a dormir
cuando ellos se levanten.
Es difícil dejar aparte nuestros fantasmas, de manera que no es una tonteria dejarlos durmiendo.
Una descripción fantástica del cigarrillo, del estado de ánimo y de lo que significan los fantasmas ante el insomnio. Gracias por volver, gracias por soñar, a pesar de todo lo que hay a veces. Saludos y un abrazote, amigo mío.
He disfrutado leyéndote,imaginando toda la escena.
Un saludo
La descripción de una escena y de una sensación manejada de una manera excelente, Carlos. Magnífico poema.
Un abrazo.
Julián Borao
un placer leerte en esta noche insomne, besito.
Me encantó tu "hotel insomnio". Disfruté, enormemente con las secuencias que fluían al ritmo de un excelente poeta con su sugerente voz en off.
De verdad, un enorme placer leerte.
Un saludo. Ana.
Muy lejos queda la cama, y esos fantasmas que la comparten probablemente tienen algun que otro nombre universal.
Muy bueno.
Un abrazo
MArian
Éste, éste, éste me he encantado.
[blancanus]
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