lunes, 5 de enero de 2009

Tan difícil como arrancar una pluma de las alas a un ángel en pleno vuelo


Tan difícil como arrancar una pluma de las alas a un ángel en pleno vuelo


Tan difícil como arrancar una pluma de las alas
a un ángel en pleno vuelo,
es explorar el intenso vértigo que desnuda mis brazos
en el justo instante que los abandonas nuevamente,
exagerando el vacío que los estremece
cada vez que retornas a ser
alguien del que sólo sé que estará bien
por la ausencia de noticias.

Esta verdad nació en el mismo útero,
deshabitándolo de cualquier otro entendimiento,
y asi, he tenido que aceptar tener dos hijos
no habiendo conocido la coexistencia de ambos
hasta que el convivir cotidiano se transformó,
por confusiones del futuro, en escasas pocas horas
de querer apresuradamente fingir, con forzada madurez,
que todo es normal, y no saber que contarte primero
en cada despedida que podría ser la ultima.


Hasta que las noches de vigilia
consolándote entre mis brazos
se convirtieron en unos pequeños dedos
abandonando mi palma al desamparo de una súbita intemperie
frente a una puerta repugnante; tras la que una invisible orden
me impide acompañarte, aunque sea
con la discreción de un espía, para tan sólo contemplar como te duermes;
en vez de imaginarte de regreso sobre la que fue tu cama
continuar, sin que nada se hubiera extraviado, soñando.

Ese otro niño desconocido se ha criado a espaldas
del mundo que contempla su padre con los ojos cerrados,
detenido ante un deshabitado parque de juegos,
velando, como si agonizara, a un inmóvil solitario columpio.
Corre bajo las aceras como los niños no vivos
van hacia el mar empujados por la corriente
de las alcantarillas de los oscuros presagios.


Instintivamente acude su presencia a mí
cada vez que paso junto al patio desierto de un colegio,
que muestra su firmamento de silencio
escarbado en la ausencia del griterío alegre
que amordazan las aulas;
está siempre en mi mano que se asusta
y en un acto reflejo se alarga cada vez que un niño
se suelta de la mano de su padre a mitad de cruzar la calle
para llegar corriendo solo hasta el otro lado.

3 comentarios:

Marian Raméntol dijo...

Hoy ya lo he leído tres veces, pero da igual, aquí me tienes de nuevo.

Un abrazo
Marian

Anónimo dijo...

Feliz reencuentro con tus letras en este año que acaba de comenzar, Óscar.
Salud.

Julio Gonzaléz Alonso

Anónimo dijo...

Fantástico, Carlos. Un poema realmente espectacular. La pena por ver poco a un niño se ha quedado adherida a estos versos de un modo singular y único.

Te felicito
Un beso
Ana