lunes, 18 de agosto de 2008

reapareces en mis sueños




Únicamente tus ojos clavados en los míos

eran capaces de transmitir tanta complicidad

por explorar sólo en un sueño.

Así, has regresado para formar parte de él,

y mucho, mucho tiempo después,

sin que adivine a explicarme por qué,

los has vuelto a protagonizar.



En esos sueños, procuro ponerme al paso

de tu cálida mirada para medir tus pestañas

que, al cerrar los párpados tan lentamente

como cae el día en un desconocido planeta con dos soles,

arañan mi piel como uñas

dejando al descubierto la fiebre de un abrasador deseo

y la excitación de una cascada de agujas

que recorren desde dentro mi pecho

como agua inquieta buscando por donde salir

e ir a atrapar el olor de tus cabellos con la yema de mis dedos.




Cuando tus ojos de filo de diamante

me descubren te lanzo una sonrisa

a la que desde la distancia, ladeando

levemente la cabeza, respondes

con otra, pero la tuya segura de una victoria;

y, acercándote sin que lo previera,

besas por sorpresa mis labios,

dejando sin palabras

al que siempre tiene respuesta para todo

menos a la pregunta de cuantos besos he recibido

lo fueron con tanto amor como este.



De pronto, surge heladora la certeza,

doblando la esquina como alguien

al que no quisiera encontrar,

acercándose y agrandándose

hasta ser imposible evitar

preguntarme por qué en tu boca hacia calor

si he recordado con súbita amargura

que debería ser tan fría como la piedra

sobre la que el mal gusto de existir

escribió completo tu nombre

y que, en cada aniversario del pasado verano,

adornan con futuras marchitas flores de tela.



Abro inmediatamente los ojos en la penumbra

intentando sobreponerme

a las preguntas bisturí que, poco a poco,

tiran de mí para que me incorpore

como si en vez despertar de un sueño

hubiera caído en otra pesadilla

y, tanteando tinieblas, no supiera de cual salir.

Reinterpreto que has venido a avisarme,

a advertirme, por lo que desde entonces duermo

como un devoto ateo de la vida

camina sonámbulo por la inmortalidad;

tendido vestido sobre la cama sin abrir,

sospechando de cual de mis órganos

será el que al final me traicione.



Para siempre permanecerá en mi conciencia la incertidumbre

de las preguntas que tantas noches desde entonces

han aplazado que pudiera cerrar los ojos tranquilo.

-ya sabes, soy ateo sin convicción-.

La duda real es querer saber si la muerte

se vistió con la imagen que de ti evoco,

si se trata de uno de sus presagios

¿por qué precisamente te eligió a ti

de entre todos los recuerdos con rostro en mi memoria?;

o, ¿ fuiste tu la que se ofreció como voluntaria?;

¿y por qué, después de tanto tiempo,

quisiste regresar sólo para prevenirme

de que nos vamos a reencontrar?



Es cruel reabrir el recuerdo de sueños que tuve

para conseguir que pierda la costumbre de vivir

y me entregue en calma, convenciéndome de antemano,

de alcanzar allí lo que no conseguí en vida.

Aunque puede, finalmente,

que sea que mi necia razón, de vuelta de todo,

la que se empeñe en desconfiar una vez más

y mal interprete lo que mi decepcionado corazón quiere oír,

como es que en esa otra dimensión

confirmará la esperanza que aquí sólo pude albergar en sueños.

No hay comentarios: