martes, 1 de febrero de 2011

tengo dos opciones



Dos opciones








De siempre, sea por activa o por mi pasividad,

me dejaste bien claro que disfruto de dos opciones;

por un lado, usar la bala de plata que introdujiste

- nada más conocernos- en la recamara de mi conciencia

para el día en que decida abandonarte,

o, el vale canjeable por un incendio en una gasolinera,

para cuando me anime definitivamente a quemar mis naves

y todos los puentes que haya tras de mi, arrojándome al abismo

de romper como una piedra el cristal de tu ventana

a cualquier hora de la noche, porque me esperas

siempre dispuesta a acogerme hasta que la muerte nos separe.




Y, con esa indefinición como arma, he dejado de ser el lobo

que perseguía tú húmedo y caliente rastro; ahora

permito, en esas noches cegadoras en que pareces necesitar más,

con distante desden y como sino te quisiera dañar,

que convenzas a mi honrada decisión poniéndome la mano en el pecho

de que no soy un canalla valiéndome de todos los comodines,

hasta conseguir que seas tú por mí la que invente una excusa

que demos los dos por buena poniendo de valedor a tu cuerpo.








Una vez saciada esa hambre febril que partía como un haz

de luz azul de mi lado menos presentable

y recupero de buena mañana la sensata consciencia

de recordar con arrepentimiento sincero

las palabras que me arrancaste,

-¿o fui yo el que las creo para ti como placebo?-

reflexiono sobre como echar marcha atrás

sin que se note en exceso, no vaya a perder donde caerme muerto,

pero sin dejar como garantía mi cabeza

por una promesa que no reconozco

como a un hijo ilegitimo que esta echando dientes de leche.



Busco a mí alrededor una alarma de incendios para romper el cristal

y accionar una justificación para salir corriendo de entre las llamas

del infierno sin fuego qué preveo

sería que anuncies a tus padres

que tu reloj biológico ha encontrado a un donante.

1 comentario:

Asier Triguero dijo...

Hay por ahí una desidia de ser continuamente una persona entre dos mundos con la que me identifico en parte, muchas veces dándola mientras te viene y riéndote de quién debieras ser, pero siempre con unas ganas subterráneas de mandar al fuego que con su purificación decida tu libertad. Muy bueno.