lunes, 22 de noviembre de 2010

Acerca de mi andan circulando numerosas versiones y no puedo creer ninguna. Permanecer callado, aparte de dar una imagen de indiferencia que seguro interpretarías como si no me importara lo más mínimo lo que de mi se piense, seria dar por buenas tantas inexactitudes. Así que no puedo permanecer por más tiempo callado, pero a veces lo más sencillo, de pronto sin que se pretenda, se vuelve complejo de explicar. Lo que trato de haceros entender es que con quien os habéis estado tomando tragos estas ultimas noches, a quien habéis estado soportando sus pésimas bromas y reído sus groseros chistes, prestado dinero a fondo perdido y paciencia disfrazada de comprensión por otros favores que no es conveniente contar ahora en publico, y que ha ido derivando con el tiempo a repentinos silencios o cómplices cambios de conversación mal disimulados cuando mi contorno y mi fea careta asoman por la puerta del bar, no era siempre yo.




Si no me creéis, preguntadle a quien se os aparece haciéndose pasar por mi dónde y qué me ha dejado tejiendo. Se trata, lo digo para los más escépticos, de mi fantasma. Habéis oído (leído) bien. A ver si no, poniendo a prueba vuestra memoria y a todos cuantos afirmáis conocerme íntimamente, de qué si no me voy yo a atrever a hacer esas cosas que llegan a mi oídos y otras que dais crédito sin preguntarme porque os avergüenza.



Cuándo he sido yo de esos tipos capaces con una sola mirada de seducir a la mujer que desee, de no tener que usar las palabras nada más que para indicarla el camino de ir a deshacer mi cama, o con las más indecisas, confesándolas que las amo a la luz de una cerilla mientras las doy fuego mirándolas fijamente a los ojos. Y al día siguiente, cuándo he sido de dar todo tipo de detalles de mi captura a vuestros cochinos oídos y no esconder el soberbio orgullo por haber dejado de pertenecer al rebaño de pringaos al cual pertenecéis tras recibir un SMS en el que se me describe, en un comparativa con todos los hombres que conoció antes que yo, como el mayor hijo puta.



De cuando he tenido cuenta abierta en tantos bares como ahora y he salido de ellos sin pagar ni una de las rondas de las que alardeo haberos invitado con la misma generosidad manirrota del que despilfarra lo ajeno.



Lo que ha sido una sorpresa ha sido descubrir que ahora más que nunca los necios propietarios de los locales me reciben como a un autentico personaje cuando entro en sus inmundos bebederos. Me reverencian una sumisión expectante porque deben confiar que en esta nueva visita saldare mi deuda. Que equivocados! Esta, en vez de languidecer tiene cada día el aspecto de un gorrino bien cebado.



Qué camello me fiaría sino fuera por mi anterior reputación de hombre ordenado, o eso o es que se ha dado una feliz coincidencia que les ha llevado a creer que mis consumos les ofrecen más confianza que la que tuvieron antes en mí los bancos.



Cómo con una sola llamada puedo tener las llaves de varios coches, de casas en la playa o en el campo. Cómo puedo pasar toda la noche apostando a doble contra sencillo y que de madrugada me permitan retirarme si no sabrían que la próxima noche volveré para perderlo todo de nuevo.







Si os lo encontráis aseguraros bien de que no se trata de mí antes de coserme la boca a ostias. Deseo conservar mi dentadura reconstruida todo el tiempo que permanezca vivo.



Si no me habéis creído nada de cuanto os he confesado os daré la oportunidad de comprobarlo. Es lógico pensar que con la vida que me estoy pegando daré con mi cuerpo en un oscuro cajón de madera de pino de monte antes de que vuestra impaciencia de acreedores recelosos se acostumbre a mis impagos.



Entonces, como únicamente puede quedar uno, podréis acudir para clavarme un alfiler en los genitales. Eso u ocupar los vacíos bancos mientras mi amigo Vilillo interpreta “knoking to the heaven,s doors” y comprobar si es una farsa más este funeral sin flores y sin público.



Si habéis sido de los que habréis obrado tan miserablemente os garantizo que más de una noche oíreis el trueno de mi carcajada y al giraros descubriereis mi inconfundible silueta al fondo de el más oscura de los bares que frecuento, en mitad de un corro de parroquianos que hipnotizados escuchan mi perorata de charlatán de esquina, aderezando con mis crueles comentarios sobre alguna nueva canallada que mejora cada vez que la cuento.







Como dije al principio, lo más sencillo es lo más complejo de explicar. Jamás me he opuesto a lo inevitable ni he hecho nada por cambiar un destino, que de joven me parecía de posibilidades inagotables. Y os lanzo un desafió para saber que no soy el único: que levante la mano al que no le de miedo luchar contra un fantasma, sobre todo si es el propio.

No hay comentarios: