martes, 28 de julio de 2009

hablo de un tiempo


foto de barret


Hablo de un tiempo en que las ventanas
miraban con hambre a la calle.
Eran días azules y una calle como un universo lleno de posibilidades
en la que únicamente dejábamos de jugar en su mitad
al balón cuando aparecía algún coche.
Niños sudorosos con mocos secos y rodillas empostilladas.
Niños que te miraban atraves de una sonrisa a los ojos.

Hoy las ventanas no miran hacia ninguna parte.
Tras sus cortinas frías luces amarillas
permanecen encendidas sin alumbrar a nadie
como los televisores continuamente enchufados
ante los que sus habitantes pasan sin detenerse,
creando sombras opacas de una vida extrañamente privada
sobre las paredes de donde cuelgan retratos de su felicidad fotografiada.
En la calle es imposible encontrar donde aparcar
y que se pueda dejar que los niños jueguen solos
porque ahí fuera habitan hombres elefantes con zarpas de rata.
Hoy los niños desde sus habitaciones mandan mensajes
atraves de sus móviles con el ansia del que espera que le respondan.

viernes, 17 de julio de 2009

este corazon

Este corazón como la luz ha traspasado las cortinas;
sin estruendo se ha posado entre las sabanas
para despertarse pegado a su costado;
ha entrado como el rojo amanecer en el ensueño
liviano como una pluma de su cuerpo
para sorprenderse con cada uno de sus rincones
creyéndose todas sus verdades
hasta no poder palpitar sin que ella lo ordenara.

Este corazón conoce bien las sombras
que habitan como siluetas en la memoria,
en la propia y en la del olvido ajeno;
en su fria indiferencia por mi inesperada desnudez,
por la agotadora angustia en mitad de la noche
al ver a mi fantasma sentado en su cama
y como ella continua dormida a mi lado
cuando hace años que ya no habito en su mirada.

Este corazón empapado en el caramelo envenenado
de las frías gotas de roció del edén
- ensangrentada víscera escarmentada-
ansía como el hígado de un alcohólico
no pasar del calor a la frigidez
sin haber apurado hasta la última gota
de la ilusión que lo sedujo.

Este corazón vive en cada sensación
de un miembro amputado, como la mano serrada
que nos espera desamparada con ganas de que la muerte
convoque al resto del cuerpo,
mientras continúa enviando el estimulo
de que la otra la frote para darla calor
o con la percepción de poder asir las cosas
con que un obsceno muñón desnudo
no puede extenderse para devolver ni un saludo.


Hace tiempo que a este corazón no le calienta el sol
sus venas de piñata usada.
Parece una piedra habitando una lata vacía
que únicamente suena cuando algo lo consigue agitar;
un músculo trasformado en cartílago cuyo único latido
se asemeja al de una puerta cerrándose de golpe;
que piensa que aún puede ponerse al día
pero que se agota con la planificación de los preparativos.


A es este corazón le falta la línea del horizonte
y sin embargo no renuncia a continuar como un niño
esperando lo que desea,
y echa mano de una patética seducción
como último recurso para recuperar lo que nunca tuvo;
y como si haber sufrido le diera derecho
a entrar sin papeles en el paraíso,
llama todas la puertas que encuentra cerradas
con la misma irracional insistencia con que una rama
sacudida por el viento golpea el cristal de una ventana,
con la insensata seguridad de haber estado siempre a todo
con los cinco sentidos para no perderse nada
y no ver que ha acabado dando palos de ciego.