miércoles, 19 de noviembre de 2008

la cita del asesino



EL ASESINO Y SU CITA


Planeo con sumo cuidado cada detalle de nuestro encuentro.

No me puedo permitir dejar nada al azar;

no se trata de un momento fortuito

preparado por un admirador deseoso de hacerse notar;

no anhelo permanecer más en tu retina

que el instante en que tus ojos me miren oceánicos

clavados en mi rostro, atónitos, desconcertados.



A la sorpresa veloz he de sumar que nadie lo evite,

interrumpiendo nuestra intimidad.

Solos al fin los dos, tu intentando entender,

yo, procurando atraerte a mi verdad.

Me asegurare de elegir correctamente ese segundo sagrado

en que comprendas que el hilo de vida al que te aferras

nunca fue tuyo enteramente ya que siempre dependió de otras manos,

como cuando la veas oscilar entre las mías

detenidas siniestramente sobre tu aliento

hasta apoderarme de tu ultimo suspiro de cristal.



Luego, continuare mi camino sin que nadie me haya visto;

llevándome tu ropa que enterrare para que ninguna persona

se vuelva a vestir jamás con tu presencia;

y romperé la esfera de tu reloj

para que tu alma acepte que ya no ha de temer más.




Sé que te preguntaras por qué precisamente tú,

como tampoco entenderás por qué lo tengo que hacer.

Si te conociera y tu a mí, incurriríamos en motivos tan necios

como el odio, la venganza, el rencor o los celos,

que corromperían lo que sentiremos en nuestro único encuentro.

Otros ojos antes que los tuyos, y a los que al principio

me era imposible descifrar su mueca tomándola únicamente por pánico,

se han empeñado en plantearme la misma cuestión

como si la obtención de una respuesta retrasara lo inevitable.

Los motivos del asesino se escriben siempre al revés.



Si hubieras cruzado la calle por otro punto,

si no te hubieras entretenido frente a los escaparates

iluminados en la oscuridad nocturna de una calle solitaria;

si tus pasos no hubieran ido acompañados del eco

de un taconeo constante que llamo mi atención

para al girar mi cabeza descubrir que paseabas sola,

creyéndote a salvo en este entorno

ignorando que has entrado en un jardín privado.



A partir de ese instante, como si tú fueras todas las aceras

de la ciudad y yo la lluvia, me comenzaste a pertenecer.

Eso y que dentro de mí creció la necesidad ineludible de custodiarlos

para que nadie que no sea yo interrumpa su serena cadencia.

Nunca sabemos quien nos puede estar observando.




Así, poco a poco, creyendo que van

hacia la seguridad tediosa y rutinaria

del calor de su hogar, te diriges inconsciente

a la sorpresa de nuestro encuentro,

sin presentir detrás de ti el silencioso sigilo

con que te persiguen los míos;

fecundándote de un breve futuro con la mirada

de cazador sin prisa por decidir el momento

en que olvidar tus costumbres para iniciarme

en conocer las de una nueva alma que deba custodiar.





No te arrebato nada que tarde o temprano

vayas a perder y a cambio te regalo

que no te vuelvas a preocupar jamás por nada.

¿Que saco yo de esto?

Veo que te empeñas en resistir,

en no plegarte a entender.

Mejor harías en aceptar tu destino

como a que yo seré la última persona

por la que te debas inquietar.


lunes, 3 de noviembre de 2008

la bala en la cabeza




La pasada noche
alguien metió una bala
en la cabeza de Ezequiel
mientras soñaba.

Sólo necesito una bala
para desahuciarlo de su vida
sin un signo de piedad,
ni una muestra de arrepentimiento.


A fin de cuentas, un asesino
es un inexperto emocional
y sin conciencia no existe pecado.

Los buenos nunca ganan
y si lo hacen es porque han cambiado.

Aprender esta verdad lleva su tiempo.
Es como despertar flotando en el aire
y descubrir que no sabes volar.

Alguien se le acerco lo suficiente
como para meter una bala en su cabeza
mientras soñaba.

Aun asi, el silencio del que brotaron los pasos
es cómplice del crimen y de la huida.

Dos desconocidos que coinciden por un instante.
La victima ignorándolo todo acerca del otro.
Aquel, conoce bien el sabor del miedo
que arrastráis y que no os perdona la vida
que vivís como un castigo.

El miedo es el eslabón más frágil de la vida

Si Ezequiel hubiera despertado en ese momento,
habría sido para formar parte del corro de Ángeles
que rodean su cadáver haciendo conjeturas
inexactas sobre los motivos del asesino.

A fin de cuentas, un asesino
es un inexperto emocional
sin un signo de piedad,
y sin arrepentimiento no hay pecado.