jueves, 29 de octubre de 2009

con la rapidez de un "ti ta"





Todo ha pasado con la rapidez de un “ti ta”y ¡zas!,

de pronto tengo ya cuarenta y tantos

y, lo que ha estas alturas resulta más peligroso

según me dicen, sin haber madurado.

Eso sí, cada día me reconozco menos

en lo que hago.

Al final resultara

que de tanto buscar una explicación

o un sentido definitivo a la vida,

esta va a resultar ser una anécdota.

Y lo que es más triste,

no contada por nosotros

sino recordada por dos que toman algo en un bar

junto al sepulturero que también refresca el gaznate

después de habernos colocado la losa.

Y es que tú intentas disimular los años

con maquillaje,

haciéndote algo en el pelo,

o poniéndote esa ropa

que si tuviera una hija no la dejaría salir con ella a la calle.

Yo, me camuflo de desenfadado,

que es como ocultar la decepción

bajo la alfombra de la complacencia con amnesia

que nos permite convivir inesperadamente con lo cotidiano.

La cuestión esta en no enloquecer;

en no pretender, además, poner un precio inasequible

a la distancia que nos separa

de lo que una vez quisimos ser;

no permitiendo, ni por un instante,

que el universo con todo su peso

repentinamente al caernos encima

nos aplaste.

Pero inevitablemente siempre hay un delator

que nos reconoce,

nos para en la calle

y con la alevosía

de que un día coincidimos

saca en la conversación aquella anécdota

que ya había olvidado,

-igual que su cara nada más darme la vuelta-,

y que luego no me permite continuar a lo que estaba,

sino inquieto y molesto

por la sensación que mi vida acabara

siendo como un chascarrillo inoportuno,

fragmento en una conversación sesgada,

envilecida por la torpeza

con que sale de boca de otros.

jueves, 22 de octubre de 2009

SUSANA





Siempre quise saber quien eras. Ha sido la incertidumbre que más me ha castigado durante el tiempo que ocupaste mis parcelas más intimas y que recorre como el duende de la desolación las extensas zonas atormentadas que dejaste tras tu ausencia. Haberte encontrado, por ejemplo, lo primero un nombre, para haber dejado de llamarte sin palabras; únicamente como hacia, con aquella ansiedad solícita de tus labios de lengua bífida para que me arrancasen un dulce suspiro o un inesperado gemido. Realmente nunca supe como tratarte, no sé si debido al vértigo de comprobar cuanto nos separa o al pánico a lo que nos podría haber unido. Así que nunca supe si eras un bello regalo desnudo y lascivo del cielo – de un Dios que me castigó obsequiándome con algo que le pedí hacía tanto tiempo que llegue a olvidar haberlo suplicado en tantas noches de hastiada soledad- que nada más terminar se escabullía cerrando la puerta sin que yo la oiría, como una premonición de un final que huye escalera abajo, recortada por las sombras de un amanecer que escapa hacia delante como de una frase que nunca estuvimos seguros de saber pronunciar; obligándome a compartir su premeditada soledad abandonado a la intangible presencia dejada por su olor entre los pliegues de las sábanas de mi cuerpo y a la evocación irreal de imágenes casi pornográficas; montándonos a horcajadas, cabalgando el delirio hasta agotados dejar caer los brazos abiertos en la húmeda redención del estrecho abrazo de dos cuerpos exhaustos.
O como a una diosa pagana, surgiendo recién nacida de entre sus propios fluidos que me ofrece en su aguabenditera, para que humedezca las puntas de mis dedos y pueda escribir sobre mi paladar el génesis de una nueva generación de sensaciones, que las palmas de mis manos intentan vestir acariciando la filigrana de su piel desnuda. Deidad a la que ya no me estaba permitido adorar y menos ambicionar. Inalcanzable como mendigar la felicidad eterna de volver a nacer y vivir sin un pasado en el que estaba de vuelta de casi todo cuando tus padres aun continuaban ignorando cual sería el sexo de su primogénito.
Tampoco he sabido hallar las palabras que me hubiera gustado susurrarte mientras caminaba dentro de ti, ni las que pronunciar cuando decidiste no volver a ser un pecado de ternura y de sangre, tan obvia como tu vulnerable mirada, que tanto me recordaba a la llama de una vela junto a una ventana abierta.

Tampoco supe que pretendiste de mí. Si robarme el secreto que redima tus pueriles dudas sobre en quien no te quieres convertir, sonsacándome en quien soñé convertirme sin conseguirlo, o obtener una dirección completa que te lleve lejos de las tareas de mi calle, como si realmente existiera algún lugar donde no cargar con la culpa de no equivocarse jamás. O terminar de volverme loco, como cuando pienso que hasta ti no había aceptado aún que ya estaba en mitad del solar de esa edad en que aspirar a tener ilusiones es el mayor de los pecados, tanto o más que la necedad de los jóvenes que se comportan como viejos.
Esos viejos que se consuelan con el recuerdo de un ultimo amor que se les escurrió con la facilidad con que tus cabellos escapan entre mis dedos; la misma con que tu cuerpo parecía girar entre ellos, con la absoluta levedad de un hada, de una libélula azul sobrevolando las ruinas grises de una antigua civilización que despareció sin dejar huella. Transformada por la magia del momento en lo único vivo que respiraba sobre mi cama.

jueves, 15 de octubre de 2009

antes de saquear el cielo


por su puesta esta afotho es del doctor barret ¿alguien lo podría dudar?

Antes de saquear el cielo


Antes de saquear el cielo

Propongo

Saboteemos primero el infierno

No informemos de nuestros planes

Que el demonio se entere por la prensa

Que tenga que preguntar

Que acabe por ponerse al teléfono

Para hacer frente a las quejas del mismo Dios

Sobre violaciones de Ángeles

Sobre alas de plumón arrancadas

De responder por las llaves robadas

Que les obliga a dejar abiertas de par en par

Las puertas del cielo toda la noche

Como para que ahora entre cualquiera

martes, 13 de octubre de 2009

estás muerta

foto del barret (quien sí no)







Estás muerta.

Dime entonces por qué cuando te miro veo un arbusto seco,

un retorcido y oscuro esqueleto sin hojas

que para mis labios, mi pene, mi lengua y mis manos

resulta tan real

pero al que mi alma no alcanza a acariciar.



Cierro los ojos y me vuelvo a preguntar sin resolver

que hago abrazado a ti.

Los abro y contemplo tu rostro con la misma absurda expresión

que tendría si estuviera definido por el marco de un retrato,

y es que cada nuevo beso a unos nuevos labios,

cada caricia a la que me abrazo en cada nuevo primer encuntro

con un nuevo cuerpo, con sus nuevas manos, con sus húmedas oquedades,

me resultan tan desconcertantes como una despedida

a la que ni la distancia de tu recuerdo evita la sensación

de pequeña traición, y aunque me esfuerce

no puedo conseguir rescatar algo

para que todo fuera como aquella otra vez, quizá la primera.



Por mi ya paso como el torrente irrepetible de un aguacero

que deja un pequeño meandro seco de arena y hojas,

aquella edad en la que vibraría febril con ojos de rana verde

y lengua dulce por la excitación

al verte bailar semidesnuda con tacones de aguja

sobre mis vinilos más valiosos.





Mis músculos han olvidado como sentir aquel dolor

y como buscaba remplazarlo con otro,

por ejemplo mordiéndome angustiado los nudillos.

Te juro que es imposible – y lo lamento- que vuelva a peder la razón.

Ahora sois sólo como la cerveza que se bebe el sepulturero

después de abrir un nuevo nicho.